Francisco Lazo Martí |
Francisco Lazo Martí fue
hombre de pluma y bala. Nadie pensaría que un fino poeta y médico, de honda
sensibilidad como el guariqueño Lazo Martí, hubiera tenido también arrestos de
revolucionario, pero el caso es que este llanero sabe combinar la dulzura de
sus poemas nativistas con el bronco tronar de las guerras civiles,
revolucionario activo en «La Legalista», con Joaquín Crespo y en «La Libertadora»,
contra Cipriano Castro,
Lazo Martí nació el 14 de
marzo de 1869 en Calabozo, Estado Guárico; en esa misma población estudió
primaria y bachillerato; en la Universidad Central se graduó de Doctor en
Medicina, a los 20 años de edad. Es por esta época cuando sufre la fiebre
revolucionaria.
La labor de Médico de Lazo
Martí es muy poco conocida. Cambió rápidamente el estetoscopio por la pluma, el
récipe por el verso. Prefirió auscultar el alma de los hombres. Optó por la
rima del verbo antes que por el ritmo del corazón. En 1884, cursando el primer
año de Ciencias Médicas, obtuvo el primer premio al rendir exámenes en Anatomía
e Higiéne. En 1885, en el segundo año de medicina, se adjudica un sobresaliente
en Anatomía descriptiva y Fisiología. En 1886, en su tercer año, continúa con buenas
notas en medicina Operatoria, Cirugía y Patología. En cuarto año tiene como
materias Patología Interna, Cirugía y Obstetricia, Medicina Legal y
Toxicología. En 1890 se le expide una constancia por haber asistido dos años a
la Clínica del Hospital de Beneficencia de Calabozo. En 1890 rinde en exámenes
en la Universidad Central para obtener el Título de Médico. Le preguntan acerca
de los tumores abdominales, el líquido ascético, los papilomas, las verrugas y
la enfermedad de Addison. Termina con éxito e inmediatamente le escribe a un
amigo: “Hoy recibí Título, regularcito”.
En 1886 Lazo Martí es
profesor de Alemán en el Colegio de Primera Categoría de Calabozo, donde
cursaba la carrera de Medicina. En 1897 es vicerrector de esa institución y
dicta clases de Patología Interna a los estudiantes del cuarto año de Ciencias
Médicas.
Oscar Sambrano Urdaneta nos
da una noción del ejercicio de Lazo Martí en su profesión médica: “Largo rato
estuvo inclinado sobre la paciente, auscultándola. Al final extrajo de su
maletín un frasquito de pastillas y lo entregó al muchacho con las indicaciones
debidas. Este último ni siquiera intentó preguntarle al médico por el valor de
la visita, pues conocía de sobra que aquel señor humanitario era incapaz de cobrarle
a los pobres como ellos”.
Argenis Rodríguez dice:
“Como calaboceño, Lazo Martí no le cobraba a los paisanos y se ve en la
necesidad de instalarse en Puerto Nutrias, Barinas. Pero aquí tampoco vive de
la medicina. Regala remedios, no cobra y es entonces cuando se le ocurre
meterse a comerciante y vende papelón, queso, panelas, frutos de la tierra,
tabaco en rama y café. Tiene algo así como una pulpería. Vende cuerdas de
gallos de pelea”.
Estaba convencido de que su
profesión de médico era para satisfacer la necesidad espiritual de ayudar al
necesitado; por eso una vez escribe a alguien que quiere ser médico: “no
cuentes con que ese oficio, tan penoso, te haga rico”.
En 1897 regresa a Calabozo y
se casa con Francisca Rodríguez, su novia de la infancia. En 1900, Panchita
presenta síntomas de tuberculosis. Lazo la lleva a un hato, “El Tapiz”, vecino
de Calabozo. En esta ciudad el poeta dicta clases de literatura en el Colegio
de Primera Categoría, y es, además, Sub-Director del plantel. Concluidas las
labores docentes va a reunirse con su esposa. Juntos emprenden pequeñas
caminatas a favor de la brisa vespertina, y contemplan el atardecer. La
enfermedad no cede. Panchita fallece en 1903.
Enamorado del campo y sus
encantos, La Silva Criolla (1901), impulsó, sin duda, ese sentimiento
convertido en movimiento literario, que contribuyó, entre finales del siglo XIX
y comienzos del XX, a hacer del llano un espacio simbólico en Venezuela, y en
el que también se inscribieron autores como M.V. Romero García y Rómulo
Gallegos. La Silva Criolla de Lazo Martí es una constante invitación a ese
productivo volcar los ojos sobre la tierra, no sólo desde el punto de vista de
la generosidad con que la naturaleza ha premiado a Venezuela, sino por lo que
la naturaleza misma, el campo, las flores, los ríos, las montañas, el límpido
cielo, constituyen un continuo y verdadero solaz para el espíritu. Quizás esto
salvó a Lazo Martí de un final trágico, dada su depresión ante la soledad, la
tristeza, el desamor.
Lazo Martí murió el 9 de
agosto de 1909, en Maiquetía. Nos dejó, para delicia nuestra, además de su
Silva Criolla, poemas tan bellos como Crepusculares, Veguera, Flor de Pascua y
Consuelo. Sus restos reposan en el Panteón Nacional desde el 27 de octubre de 1983.
Obras
Sus Crepusculares las
empieza a escribir entre 1893 y 1894 mientras ejerce la medicina en San
Fernando. Ya para el año de 1895 publica en El Álbum, revista literaria
dirigida por Emilio Machado, 33 de sus Crepusculares. El 12 de diciembre de
1896 en el periódico El Verbo Liberal, publica Invierno. Veguera aparece en el
Cojo Ilustrado el 1 de septiembre de 1897, y Estival el 1 de diciembre. En 1905
publica en Fiat Lux, con otra enumeración las Crepusculares XXV (Hay tristeza)
y XXVI (A la mano impecable…) Posteriormente, en el mismo periódico reproduce
para el 1 de febrero la Crepuscular XXVII (Por fuerza de atracción…) Para esa
época sus Crepusculares llevan el nombre de Confidencias.
Francisco Lazo Martí dirá de
sus Crepusculares en unos de sus viajes a Calabozo:
He querido llegar a la
realización de una estructura dota de armoniosa apariencia estética. El soneto,
con sus dos cuartetos colocados sobre la débil base de los tercetos, que
aparecen delgados bajo la masa que los supera, ofrece un aspecto antiestético;
es algo así como una mujer gorda con unas piernas flacas. En la Crepuscular se encuentra
equilibrada la forma armónica: la apariencia esbelta y grácil sobre una base
amplia y sólida. (...)Algo así como una mujer de busto estrecho pero gracioso,
sobre unas magníficas piernas. Y eso, indudablemente, luce mejor
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